¿Qué es lo que nos separa de los primates? Según el doctor Jessie Bering, en su estudio publicado en Scientific American este mes, no es ni la ciencia ni técnica, sino lisa y llanamente la capacidad de tener fantasias sexuales.
Cualquier visita a un zoológico nos demuestra que los monos machos se masturban compulsivamente, lo que podríamos pensar demuestra su ascendencia sobre los hombres, pero este manoseo es un mero jugueteo: los monos se autosatisfacen sin el fin de llegar a un orgasmo, a diferencia de los humanos. También se masturban sin imágenes mentales que les provoquen excitación. Lo hacen, pues, sin fantasía.
La imaginación es una parte esencial de la sexualidad humana. Y más: hay estudios que demuestran una relación directa entre la frecuencia de las fantasías sexuales y la inteligencia. Podríamos decir, entonces, que la creatividad que usamos para fantasear eroticamente es la misma que nos hace destacar en otras áreas.
El doctor Bering lanza una teoría inquietante: con el advenimiento de la web, que potencia la facilidad para conseguir porno (en mayor cantidad, en mayor variedad, a ningún costo), ¿estaremos afectando nuestra capacidad para producir fantasías sexuales? Las estadística del uso del porno (80% de consumidores masculinos) nos dicen, a las claras, cuál es la creatividad en mayor riesgo.
¿La web los está haciendo tan haraganes y rutinarios en la pasión como los monos?
Fuente | Página 12