Festejos: siempre hay un motivo para celebrar

Aun en tiempos turbulentos hacemos espacios para festejar el cumpleaños de un ser querido, un aniversario o grandes logros corno recibirnos o conseguir el empleo que queríamos. Cuando esto ocurre resulta simple concordar con la frase: «siempre hay un motivo para festejar», dejando entrever algunas cuestiones más hondas: ¿Qué valoramos al festejar? ¿Qué nos motiva? ¿Cuáles son los beneficios?

La esencia perdida

Generalmente, unimos el festejo a los logros o a la rememoración de acontecimientos relevantes de la historia personal, familiar, social o cultural. Esto conlleva al riesgo de caer en formalismos que contienen automaticidad. Así, los acontecimientos ocurren sin la atención ni la consciencia apropiada. Esto sucede con recordatorios históricos que mutan de significado. Algunos se han convertido en un justificativo para las «escapadas»: así cambiamos ciertas fechas patrias por reuniones con amigos o viajes de placer; convertimos calendarios litúrgicos en reuniones sociales y, sin advertirlo, alteramos la esencia profunda de un festejo.

¿Siempre o nunca?

Si utilizamos el término «siempre» tal como usamos «nunca» estaríamos extrapolando el tiempo. En cada uno de los casos, o quitamos el tiempo o lo concentramos en un solo momento: el presente. «Siempre» y «nunca» pueden unirse en un «ahora», pero en un sentido más amplio.

¡Ahora sí tenemos motivos para festejar!

Es simple imaginar el «ahora» cuando lo relacionamos con hechos específicos: éxitos en el colegio, un ascenso en el trabajo, la reconciliación con la pareja, la recuperación de los documentos perdidos, el lanzamiento de un nuevo producto, un nuevo aniversario o cualquier recordatorio de un hecho positivo. Estos son algunos casos donde «tenemos ganas» de festejar.

Dos formas de celebrar

Quedan así delineados dos grandes caminos para los festejos. Primero, aquellos que «fabricamos», que nos auto-proponemos y que dependen más de nuestra disposición hacia el evento y de cómo consideramos la oportunidad. En segundo lugar, están aquellos en los que nos moviliza el evento propiamente dicho. No obstante, para acercarnos un poco más al concepto del «ahora» como función exenta de tiempo, tendremos que considerar la idea de «permanencia» en el festejo. Cabe preguntarnos ¿Es posible vivir festejando?

Vivir de fiesta

En la pregunta anterior se encierra una respuesta positiva que sugiere e invita a considerar la vida como una «fiesta». Somos seres humanos únicos, capaces de reflexionar y saborear lo extraordinario de estar y permanecer vivos. Ser seres vivos, ser experiencia única de vida, ser una «fiesta». De este modo, siempre habrá un motivo para festejar. Por ello, incluso los eventos que podrían ser considerados como «intrascendentes» deben revalorizarse.

Elecciones

Vale la pena detenemos y elegir deliberadamente ‘Vivir con o sin Vida». Esto quiere decir que tenemos dos maneras de vivir:

O bien manifestamos nuestro aporte único e irrepetible a cualquiera de las situaciones que a diario experimentamos.

O, en cambio, nos sentimos víctimas, o criticamos sin aceptar las situaciones tal cual son.

La elección entre la queja y el protagonismo nos lleva al festejo, nos zambulle en el PRESENTE de este «siempre» que reavivamos.

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