Dentro del repertorio de habilidades sociales que debemos tratar de dominar, se encuentran los temidos «reconocer un error» y «pedir disculpas». ¿Por qué nos cuestan tanto? En primer lugar, nuestro ego se resiste a reconocer, ante otra persona, que nos hemos equivocado y que, por ello, debemos una disculpa. En segundo lugar, la falta de práctica nos mantiene en posición de autoprotección, como la bola pinchuda de un erizo que nadie se atreve a tocar.
Esta postura nos muestra a los demás como personas arrogantes e inflexibles, y nos sitúa muy lejos de llevarnos bien con los demás y, mucho menos, de sentirnos a gusto con nosotros mismos. Lee estas pautas; seguro que te ayudan:
Empieza por reconocer pequeños fallos. Por ejemplo, bromea sobre la comida que te ha quedado sosa. Esto te dará práctica una posible solución.
Compórtate de forma humilde. Fíjate en las personas humildes que no tienen reparos en pedir disculpas. Imitar y aprender este comportamiento te ayudará a asumir fallos con naturalidad.
Rectifica cuando te sea posible. Una vez que hayas pedido perdón por un error considerable, intenta corregirlo para no volver a cometerlo.
Manten la cabeza bien alta. No hace falta bajar la mirada ni avergonzarse, basta con reconocer el error y mostrar el deseo de que se acepten las disculpas.
Agradece las disculpas. Si te piden perdón con sinceridad, por grave que sea la ofensa, no «machaques» a esa persona. Acepta y agradece sus disculpas.