Si los hombres son capaces de cambiar, el encuentro se producirá de nuevo, de otra manera, más abierto y más libre. Si no lo hacen, seguirá el desencuentro, cada vez más profundo.
Tratemos de establecer un nuevo pacto que por fin sea entre personas que se respetan en igualdad. Y quizás entonces el amor sea posible y duradero.
Aprender a amar asumiendo compromisos e implicación personal.
Anotar tiempos en la agenda para el cuidado de su familia y el cultivo de su relación.
Renunciar a la idea de poder y la agresividad que les coloca en situaciones de riesgo (a ellos y, muchas veces, a su familia) y les resta años de vida.
Utilizar la regla de la simetría: lo que es bueno para mí (hombre) es bueno para ti (mujer); o que espero de ti, es justo que tú también lo esperes de mí.
Detectar la mirada andró-céntrica que define la realidad en torno a los intereses masculinos y empezar a sustituirla por una visión más global, que acoja a las mujeres y al resto de seres del planeta.
Visibilizar la realidad femenina y todo lo que aportan las mujeres a la sociedad, sea retribuido económicamente o no.
Educar en la igualdad a niños y niñas, y dar ejemplo con su propio comportamiento en el ámbito familiar y social.