Las relaciones familiares son complejas. Son una fuente de alegría y tristeza ineludible. No obstante, aunque nos quejemos de nuestra familia, formamos parte de ella y tenemos que asumir la responsabilidad por los conflictos desde nuestro lugar.
La familia es una institución compleja, densa y misteriosa y, al mismo tiempo, es un hecho personal intransferible y es la base de la organización social. Lo más cercano y querido… v lo más conflictivo y distante. Buena y mala, fuente de vida y alegría… y causa de dolor y opresión cuando los conflictos entre padres e hijos o entre hermanos afloran.
La familia «perfecta» es imposible
No debemos lamentarnos si tenemos problemas con alguien de nuestra familia. Uno de los conflictos más comunes de consulta a psicólogos es el de la relación con los padres. Porque en ocasiones éstos se sienten fracasados y creen que no fueron buenos modelos o, por el contrario, porque son exitosos y resultan un peso para sus hijos. La incompletud es lo habitual. Es imposible tener una familia «perfecta». Y menos en la actualidad cuando no hay un «modelo» de familia, sino múltiples y relativos.
«Yo también formo parte»
Desde que somos capaces de decir «lo que pasa con mi familia es esto», somos aptos para hacernos responsables de cultivar lo qvie queremos y de amainar lo que nos disgusta. En este proceso, descubrimos que nosotros constituimos nuestra familia. Por eso, debemos tomar posición en el seno de ella y, desde allí, hacernos cargo, mediante conversaciones y acciones, de un proceso de transformación y crecimiento.
Cuestionamiento interior
El primer paso para comenzar este proceso consiste en preguntarnos: ¿qué familia «llevamos dentro»?; ¿qué sentido tiene el vínculo familiar?; ¿qué tipo de relación familiar reproducimos? Y lo más importante: ¿qué familia queremos llegar a construir con esas otras personas? Estas preguntas respondidas desde la acción y la responsabilidad abrirán los vínculos familiares y nos servirán para quebrar la fatalidad de la repetición, «desnaturalizar» nuestra forma de vivir y nos ayudarán a asumir que la familia puede transformarse, mejorarse y vitalizarse.