Putas, golfos, ¿amor? y viceversa

Hace tan solo unos días, Telecinco daba carpetazo a una nueva edición del programa basura que domina las tardes de la cadena amiga, Mujeres, hombres y viceversa, en una final que congregó a más de tres millones de telespectadorAS (inmensa mayoría de cuota femenina) que esperaban ansiosas la decisión final de un tal Efrén, un chico jóven, guapo, de pelo rubio oxigenado y muy probablemente unineuronal.
A estas alturas y después de los Muñones y Roldanes, poca responsabilidad moral se le puede exigir a Telecinco, italianos faltos de principios profesionales y personales, que sin embargo y aunque parezca imposible, han conseguido, con esta versión casposa de Lo que necesitas es amor, superar con creces los límites del buen gusto.

Al frente del programa, como no, Emma García, la reina de la telemierda (comparte reino y corte con Jordi González), en una versión edulcorada, casi diabética de si misma, con una eterna sonrisa de caballo desnutrido, que utilizó como acompañamiento a los habituales gestos de amorio artificial de los participantes.
La final estuvo marcada por la tónica habitual del programa. Ellas, vestidas impecables para la ocasión, alguna con un look más «putón» de lo habitual», derrochaban lágrimas y prominente escote por él. Él, metido en el papel de perfecto galán metrosexual del siglo XXI, amante de las cremitas, maquillado hasta el exceso y repartiendo sonrisas profident para goce y disfrute de la audiencia femenina. Y en medio el caballo (Emma García, no el otro, que al menos hubiera explicado la situación) y una neurona vagando desesperada pancarta en mano, exigiendo un cerebro habitable. Un cuadro digno del Goya más oscuro (disculpas Don Francisco).

Finalmente, pasadas unas horas de agonizante espera, Efrén desojó la margarita y se decantó por Soraya, una chica jóven, un tanto bajita, de cara regordeta e interminable flequillo negro, que con el rímel corrido y otras cosas, se abalanzó emocionada sobre su nueva conquista. Besos, carantoñas y buenos deseos. ¡Que vivo el amor!, dijo Emma, y el heno, debió pensar. ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir mierda?. Si esto es el amor, que me capen por favor.

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