Elegir una nueva fragancia, aspirar su aroma y dejarse transportar a parajes desconocidos, a través de sus esencias, sigue siendo una especie de rito mágico que entronca con los primitivos orígenes del perfume. Esta palabra significa a través del humo, y nos habla de las ofrendas que los pueblos primitivos elevaban a sus dioses, hace más de 4.000 años, quemando sustancias aromáticas, como madera de sándalo, incienso, mirra…
Una fragancia para cada situación
Muchas mujeres suelen tener hasta cinco perfumes distintos en uso. Sin embargo, otras son fieles a su fragancia y utilizan sólo ésa. Claro que, según los perfumistas, el equilibrio perfecto es combinar dos o tres, dependiendo de la hora del día, el estado de ánimo y de la ocasión: una fragancia suave para ir a trabajar, un perfume fresco para el verano o para salir de excursión, una esencia exótica para momentos muy especiales, o un aroma original e intenso para dejar profunda huella. Y es que el perfume es mucho más que un lujo o un placer para los sentidos…
Actúa sobre las emociones: el jazmín y la lavanda son calmantes y alivian el estrés; la vainilla relaja,- los cítricos estimulan y levantan el ánimo, el chocolate y el damasco previenen la depresión.
Refuerza la autoestima: se ha demostrado que la persona se siente más segura cuando sabe que su perfume resulta agradable a los que la rodean.
Transmite información: dice mucho de nuestro ánimo e intenciones. Hay fragancias que queremos compartir, otras que sólo deseamos que se noten sutilmente y algunas con las pretendemos atraer a una persona y envolverla con un mensaje personal intenso.