En una relación de pareja, es normal que surjan discusiones o malentendidos de los que quizá alguno sea más culpable que el otro. Sin embargo, asumir la parte de responsabilidad que cada uno tiene dentro de cierto conflicto pareciera no ser suficiente para alguno de ellos, víctima de uno de los males crónicos de sociedades como la nuestra: la culpa compulsiva.
¿De qué se trata? De sentirse culpable por todo, o por casi todo lo que no marcha como debería, aún si no está en las manos de esa persona remediarlo. Esta clase de remordimiento crónico suele ser más común en las mujeres que en los hombres, pues actualmente a ellas se les exige mucho más en todos los ámbitos: deben cumplir como buenas parejas, exitosas profesionistas, madres ejemplares, y, por si fuera poco, como guapas, delgadas y fogosas amantes. Esta presión puede generar muchas frustraciones que, inevitablemente, se transferirán al terreno amoroso si no se solucionan.
¿Cómo evitarla? La culpa, cuando es justificada, nos impulsa a tratar de resarcir el daño inflingido, lo cual está muy bien, nos lleva a tener una sociedad más armónica. Pero también es una forma de autocastigo, sobre todo cuando sentimos que no cumplimos con las expectativas que los otros tenían; así que lo más importante será aprender a diferenciar entre aquella culpa que nos compele a ser empáticos y aquella que es una forma de egocentrismo inútil o de complacencia excesiva. Sólo así, relajando un poco la opinión que tenemos sobre nosotros mismos, podremos librarnos de ella.