Si bien está física y socialmente establecido un rango etario en donde es conveniente tener hijos, muchas familias optan por quebrar estos mandatos. Cada vez son más las parejas que, por diversos motivos, eligen ser padres de grandes, cuando otros pensaron que «se les pasó el cuarto de hora». Lo cierto es que este tipo de elecciones tiene sus ventajas.
La madurez da a muchas parejas la ocasión de tener un equilibrio emocional mayor y el sentirse más capaces de responder a las necesidades de los niños. Tener más edad también puede aportar una serie de beneficios a la educación del niño: los padres tienen una mirada más objetiva y experimentada del mundo, lejos de la impulsividad juvenil. Por otro lado, se produce una suerte de rejuvenecimiento en la pareja, se revive el amor de una forma diferente a la que conocían, dado que el cariño de un bebé es un tipo de amor desconocido y sorprendente. Es una gran oportunidad para que ambos integrantes de la pareja se conecten con su costado más animado y vital, para responder adecuadamente con las exigencias que, con todo amor, querrán brindar al nuevo miembro de la familia.