Cuando son muchos en la cama (II)

CONFLICTOS DE CADA UNO

Ella dice:

«Cuando él me propone acariciarnos,, acepto aunque no tenga muchas ganas. A veces me distraen las cosas que tengo que hacer, en lugar de estar en la cama con él. Es como si oyera la voz de mamá que me decía: ‘Con todo lo que tenes que hacer, estás siempre tirada. El ocio es la madre de todos los vicios».

Por su parte, el varón que la acompaña y aguarda que su compañera lo acepte, ignora los conflictos que ella siente entre querer y no querer estar con él. A él le preocupa otro tema:

«Le pregunto directamente si hacemos el amor porque siempre tomo yo la iniciativa.

¿Eso es normal? ¿O yo me excedo y debería dejar que ella decidiera? Porque cuando esperé que lo hiciera pasamos meses sin tener relaciones sexuales. Tal vez me enseñaron que es de hombre «encarar» a la mujer. Pero me gustaría que ella también me lo propusiera, para saber que le gusto».

Ella: -Yo tomo la iniciativa. Pero de una manera especial: te miro, me muevo, te acaricio, pero no te das cuenta.

Él: -Me enseñaron que en el sexo hay que ser directo. Por eso no te entiendo.

Ella: -Nunca lo pensé así. Mis padres jamás hablaron de sexualidad conmigo. ¿Cómo me atrevería a hacerlo con vos?.

Cómo resolver esto

Aquí encontramos entrelazados en la escena sexual varios estereotipos de género: la de la mujer diligente, siempre al servicio de los demás, el peligro de que sea ociosa, porque podría erotizarse y transformarse en impúdica. La de la mujer que no tiene deseo propio, sino que deben desearla para poder gozar. La que no puede pedir.

El mandato femenino es: «primero el deber, después el placer. Si fuiste buena, tendrás tu recompensa… pero no abuses».

El mandato masculino por su parte consiste en que tomar la iniciativa es propio del varón.

Pero, ¿qué les sucede a los hombres sensibles de este tiempo que necesitan el reconocimiento de la mujer amada para sentirse seguros de ser amados?.

Los modelos machistas están caducos pero sobreviven varones que piden ser reconocidos y aceptados explícitamente por la mujer, o que ésta pida tener relaciones sexuales por su propio placer, para compartirlo con ella pero también para confirmar su masculinidad.

Diálogo posible

Ella o él pueden decir

«Dejemos que cualquiera de los dos tome la iniciativa, aunque sea de manera confusa. Hagámoslo como podamos. Que no sea claro quién lo hace. Que no sepamos si partió de vos o de mí. No impona si la expresamos con palabras, gestos o miradas. Somos inseguros en el tema sexual y esta manera de comportarnos permite que nadie se sienta responsable si ese día nos rechazásemos.»

«Pero hablemos después sobre cómo nos sentimos. Debemos aprender juntos el lenguaje del amor.»

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