Cuando son muchos en la cama (I)

Son terceros que interfieren… Pero no son amantes: se trata de los mandatos familiares que nos hablan para arrebatarnos el placer y la intimidad.

FANTASÍAS ANTIEROTICAS

Después de una jornada agotadora ella y él buscan hablarse, amarse, balancear la fatiga protegidos por el erotismo. Inician juegos sensuales. Cada uno promueve imágenes sugestivas. Hasta que cuando el goce es más intenso ella recuerda a su madre que le prevenía: «Los hombres sólo quieren eso. Después de lograrlo te abandonan».

Su madre hablaba por su propia experiencia; pero la hija no puede neutralizar el sentimiento de que la entrega total al placer implica pérdida del ser amado y de la autoestima. En la otra almohada, el varón recibe una visita imaginaria de su padre domesticado por su mujer que le aconseja: «Sólo entrégate al sexo. Nada más que sexo. No te enamores porque ella te va a dominar».

Cada uno, tironeado por sus fantasías, lucha contra los dos intrusos en la cama, para poder confiar en el otro.

Cómo resolver esto

Ambos deben hablar sobre los tabúes aún vigentes en muchas mujeres acerca de que la que goza pierde su autonomía y su buena imagen. Durante siglos se valoró la frigidez femenina por el autocontrol que ésta presuponía. Era el varón el ser instintivo.

En cambio, en la mujer prevalecía la renuncia al placer en aras de otros ideales: el cuidado de los hijos, del hogar, el trabajo rentado, él estar
al servicio de alguien, etc.

Esa emoción negativa hacia el propio placer le impide entregarse al ser que ama.

En cuanto al hombre, no se transformará en un «varón domado» porque al mismo tiempo ame y desee a su mujer ni ella devendrá una ninfómana por disfrutar del sexo con él.

La solución siempre es dialogar con la pareja, superando el pudor enseñado en la familia, en torno a los temas de género y de los gustos sexuales de cada uno.

La ética válida entre dos que se aman es no dañar a la otra persona, ni imponerle conductas sexuales que desaprueba.

Un diálogo posible

El diálogo recomendable ante cualquier práctica sexual en una situación íntima es:

«A mí me gusta el sexo oral, (o la penetración o la estimulación manual, las caricias, etc.). ¿te gusta eso también?.» Si la otra persona rechaza algo, conviene repreguntar.

«¿Te parece malo esto?. ¿Por qué no te gusta?. ¿Alguna vez lo hiciste?. ¿Querrías probarlo alguna vez?.» A algunas parejas estas conversaciones les resultan mejor fuera del lecho. Otras, excitadas por la cercanía corporal, sólo pueden hablarlo en el momento del acercamiento erótico. Lo mejor es enfrentar con palabras cualquier rechazo, para que no crezca y la pareja deje de acercarse entre sí. Conviene hablar sobre ello cuando no se han tocado por unos días, para no distanciarse demasiado, porque después cuesta más recuperar el contacto físico.

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