Cuando nos dejamos guiar por nuestra parte racional y no le damos lugar a la irracionalidad, perdemos la oportunidad de conocer nuevas e inimaginables sensaciones. Te contamos cómo lograrlo.
Si bien los motivos pueden ser diversos, en general, las personas que tuvieron una educación muy estricta en su niñez suelen vivir la sexualidad con cierto grado de pudor. Las restricciones de la mente no les permiten dejar fluir sus verdaderas emociones o deseos al expresarse en la cama, tanto sea con una pareja casual como con la de toda la vida. Superar estas creencias y tabúes no es imposible. Y nos permitirá abandonarnos al placer de nuestros deseos más primarios, sin culpas ni complejos, dejando al descubierto nuestro costado más animal, más salvaje: una parte de nuestro ser que no vale la pena reprimir.
Ellas hablan, ellos actúan
La mayoría de los terapeutas sexuales afirma que cuando nos dejamos fluir con libertad en nuestra sexualidad, y nos manifestamos sin ataduras, podemos encontrarnos con el otro en plenitud. Nuestra mente asocia el bienestar que provoca no sentirse reprimido con una experiencia de total libertad, la cual permite, a su vez, una mayor conexión tanto con nuestros deseos como con los de los demás, en este caso, nuestra pareja sexual.
De todas maneras, es importante destacar que, como hombres y mujeres no son iguales, hay algunas diferencias clave a la hora de experimentar la liberación e ir en busca del deseo reprimido. Ellos prefieren disfrutar de esos momentos sin la necesidad de utilizar los recursos que tiene la palabra. En cambio, ellas disfrutan más el dejarse llevar por lo instintivo, expresándose de adentro hacia afuera.
Sin embargo, la diferencia más grande entre ambos sexos, a la hora de la liberación, es el prejuicio con que las mujeres se ven, o temen ser vistas, en la cama. Según Anne Hooper, autora del best seller El libro de bolsillo del sexo, «cuando una pareja logra esta conexión en sus relaciones íntimas (algo no muy fácil), crea también una mejor conexión emocional, que está dada por la complicidad que se genera al compartir todo tipo de experiencias sexuales entre ambos, sin miedos o preconceptos».
Sin ataduras
Aprender a escuchar nuestro costado irracional en la intimidad no es algo fácil de lograr. Muchas veces, lo racional nos gana de mano y queremos mantener las formas, cuidar lo estético o lo supuestamente correcto, quedándonos en lo previsible, por miedo a que nos guíe la espontaneidad o a intentar seguir nuestro instinto. Igualmente, como cada caso es particular y en temas relacionados con la mente no hay recetas mágicas, lo importante es comprometerse con la causa y preparar el terreno como más nos guste: velas, prendas eróticas, música, comida afrodisíaca o películas XXX pueden ayudarnos para dejarnos fluir e intentar silenciar cualquier llamado interior que nos diga «no».
Ir en busca de más es la propuesta, y no importa cuánto avancemos, porque dependerá del tiempo, o de nuestro nivel de prejuicio o inhibición adquiridos con los años. No es necesario buscar resultados inmediatos: todo cambio es positivo.