Mintió durante dos años. A su familia; a sus amigos; a la Gestapo, la durísima policía nazi. Pero la mentira de Miep Gies, fallecida hace pocas semanas en Ámsterdam, a los 100 años, fue la que salvó la vida de Ana Frank y de su familia durante 25 meses. La valiente Miep ocultó a los Frank de la persecución nazi, durante la Segunda Guerra Mundial; fue quien encontró el diario de Ana Frank y lo conservó para entregárselo al padre de Ana, el único de los Frank que sobrevivió a los campos de concentración alemanes.
La historia de Miep Gies pone sobre el tapete un aspecto asombroso de la mentira: en algunas ocasiones, mentir puede ser una actitud correcta. ¿Alguna vez mentiste por amor, para resguardar tu intimidad o para evitar el sufrimiento de un ser querido? Antes de decir que no, pensalo dos veces.
La verdad solapada
Hay casos extremos, como el de Miep Gies, en los que una mentira hace la diferencia entre la vida y la muerte. En otros casos, menos dramáticos, la mentira puede ser un escudo protector. En el ámbito laboral, sobran los ejemplos.
El temor a las consecuencias (una represalia, el despido) puede ser una razón más que valedera para que una persona prefiera la mentira a la verdad. «Si un jefe que es maltratador hace una encuesta que no es anónima, en /a que pregunta a los empleados si les gusta el trabajo, lo más probable es que mientan y digan que sí por miedo a ser despedidos», ejemplifica el doctor Gustavo Bustamante.
Si dos personas tienen una relación afectiva en una empresa y esto los hace más vulnerables o los pone en riesgo, ¿cuál es el sentido de exponerse diciendo públicamente «la verdad, y nada más que la verdad»? No es necesario que se trate de una relación clandestina: basta con querer proteger la propia intimidad.
Tres son multitud
La infidelidad conlleva, casi siempre, una cuota de mentira. Pero hay ocasiones en que la perspectiva de lastimar a la propia pareja hace que la verdad pase a cuarto intermedio.
«Enfrentarse con toda la verdad, para muchas personas, puede ser muy doloroso -explica el doctor Bustamante-. El que miente está mirando al otro y prefiere mentir porque lo conoce, porque sabe que sería un puñal por la espalda decirla verdad, porque la otra persona es demasiado sensible. Está viendo en el otro que no lo va a poder tolerar. Cuando se trata de cuidar y proteger al otro, es más un acto de amor. Pero pasarse del límite, pensar que todo debe maquillarse, disimularse, es un abuso: si hay muchos ‘no le cuento’ entre dos personas, hay un abuso, una relación despareja».