En la medida que sea posible, hay que tratar de evitar los conflictos que se producen por desidia. La mejor «vacuna» contra estas crisis es seguir intentando conquistar al otro como el primer día y, aunque haya hijos y más obligaciones, sacar el tiempo necesario para mantener un cierto «espíritu de noviazgo».
Pero, como decíamos, las crisis aparecerán y debemos afrontarlas de una manera constructiva, trabajando por el bien de la pareja. Enfrentar dos puntos de vista debe servir para dar con la solución al problema que se plantea. Por lo tanto, la discusión tiene que tener una meta positiva: resolver el conflicto. En cambio, muchas veces, lo que se busca es «ganar», «tener la razón» y en esta lucha se usan las armas más destructivas como los reproches, el listado de quejas antiguas, el chantaje emocional, la falta de respeto…
La clave para que la crisis refuerce la unión de los dos es extraer una enseñanza de lo que la ha desencadenado; por ello, debemos ser claros y respetuosos en nuestra exposición del problema, escuchar lo que el otro tiene que decirnos y llegar a un consenso si hay desavenencias, siempre ciñéndonos al problema puntual que ha surgido y no remover más el pasado.