Puede resultarnos útil buscar nuevos focos de estímulos como son hoy en día los chats, los portales de Internet, los tablones de anuncios; siempre y cuando sepamos distinguir entre lo potencialmente real y lo claramente imaginativo. La literatura, las revistas, el visionado de películas son sobradamente conocidas por todos. Y una lectura positiva de la práctica de las ideas fantasiosas en la propia vida sexual puede resultar grata a nuestra mente.
Además, darnos licencia para fantasear en asuntos como el sexo en otros lugares, con otras personas de diferente raza, situaciones ambientadas en otros tiempos, por ejemplo, puede facilitar que por cosecha propia surja algo y que luego sea una costumbre en nosotros. A pesar de todo, las ideas fantasiosas pueden constituir una fuente de estrés y de frustración si dicha fantasía es altamente intrusiva; por ejemplo, una persona que fantasea sexo con un familiar y luego lo vive como una mancha en el expediente personal.
