«Dijiste que me llamarías y no lo has hecho» es uno de los reproches más habituales en pareja, y suele conllevar mucha insatisfacción. La responsabilidad del compromiso está siendo infravalorada en nuestra sociedad. Si, hace unos cuantos siglos, «dar la palabra» era sinónimo de sentido del honor, hoy día ese concepto se ha perdido. Damos y rompemos nuestra palabra continuamente sin ser conscientes de lo que ello su pone.
«El problema -dice Javier Mañero, director de Escuela de Inteligencia, de Madrid- es que nos comprometemos con mucha ligereza, y no nos damos cuenta de que rompiendo la palabra vamos a pagar un precio muy alto: baja nuestra autoestima, pérdida de confianza y respeto por parte de los demás… Muchas relaciones se rompen por esta causa». No sólo los compromisos con los demás sino con nosotros mismos afectan a nuestra autoestima.
Todas esas promesas que nos hacemos a primeros de año -los famosos «propósitos» (dejar de fumar, aprender inglés, ir al gimnasio)- provocan pérdida de autoconfianza cuando no se cumplen. Ante esto, la inteligencia emocional nos aconseja evitar los «debería» o los «tengo que» que nos imponemos y apostar exclusivamente por los «quiero». Seamos realistas: si no quieres dejar de fumar, no lo vas a hacer. No merece la pena martirizarse con promesas a incumplir, que sólo sirven para restarnos energía.