Hombres generosos y manipuladores: Qué los caracteriza?

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La generosidad, por definición, es aquella virtud de dar sin esperar nada a cambio. La generosidad auténtica tiene mucho que ver con el amor incondicional. El generoso actúa así porque moralmente se siente recompensado. Por el contrario, nos encontramos ante una generosidad no verdadera si, al ofrecer algo a los demás, se busca protagonismo («Soy imprescindible en la oficina»), la aprobación de los demás («Verás que soy bueno») o que alguien se encuentre en deuda con uno («Tienes que quererme, con lo que te he ayudado»).

El generoso de verdad se valora y se respeta. Sabe que tiene tantos valores en su interior que siempre está dispuesto a dar parte, a ayudar y servir a los demás. Es sensible, afectuoso y sociable. Le cuesta poco hacer nuevas amistades y conservarlas en el tiempo. Se muestra comunicativo, sabe escuchar y aconsejar. Le mueve el amor a los demás y el deseo de ofrecer el máximo de sí mismo. El cazarrecompensas espera una contrapartida («Me has fallado, con todo lo que te di»). No tiene escrúpulos para manipular («Yo quería ayudarte, pero ya veo que no me necesitas») o para hacerse la víctima («Con lo que yo he hecho por ti y así me lo agradeces”)

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