Así como utilizar actitudes de retiradas y querer evadir los problemas no son hábitos buenos para las parejas ante una situación de conflicto, tampoco es intentar imponer nuestra opinión a como de lugar y siempre salir «vencedor» en todos los conflictos.
Te propones probar que la otra persona está equivocada? ¿Te pones de mal humor hasta que cambia de opinión? ¿Le haces callar con tus gritos? ¿Te pones violento? ¿Rechazas un no por respuesta? ¿Impones las reglas? ¿Consigues aliados para que te apoyen y así conseguir tus fines? ¿Exiges que la otra persona ceda para salvar la relación?
Quizás desde tu infancia has aprendido a ganarte la aprobación o el afecto de la gente a través de tus victorias. Quizás interpretas que la otra persona no piense como tú como una forma de rechazo personal. El caso es que el enfoque ganador-perdedor supone una lucha por el poder y tampoco resuelve el conflicto a largo plazo, ya que el perdedor tal vez no asuma el resultado y hasta puede tratar de sabotearlo antes o después.