Los alimentos y las bebidas nos abren un mundo de sabores, olores y texturas. Mermeladas de arándanos o frambuesa, cremas dulces, chocolates, frutas, jaleas, ron, vino tinto, champagne y mil cosas más están a diario a nuestro alcance. No sólo los comemos o los bebemos en buena compañía, sino que, a veces, les damos un uso erótico; ya sea en la imaginación o durante las relaciones sexuales.
Cuantos más sentidos deleitamos, mejor es la experiencia. Además, los alimentos nos dan la oportunidad de jugar. Para los amantes de este sexo gastronómico, la idea resulta divertida y sensual, y la propuesta suele ser recibida con entusiasmo porque a casi nadie le amarga un dulce. La fusión de sexo y comida puede ser explosiva. Aunque la comida y la bebida parecen estar hechas para disfrutarlas saboreándolas de verdad, más que para imaginar el placer que pueden darnos en nuestras relaciones eróticas, no escapan tampoco a la imaginación.
Surge la idea, nos relamemos mentalmente y deseamos probar. Cuanto más nos imaginemos jugando con estos elementos comestibles que esperan ordenados en nuestros armarios de cocina, frigoríficos y alacenas -y que en definitiva existen para ser saboreados-, más posibilidades habrá de incluirlos en nuestra sexualidad imaginada o realizada. Es una alternativa estimulante, divertida y, sobre todo, sabrosa y excitante. Incluso, una guía muy sensual en el camino erótico.