No importa cuánto duren los amores, importa que existan. Importa la posibilidad de haber hecho la experiencia. importa saber que el amor los ha atravesado. Frente a un mundo que se presenta cada vez más complicado, frente a una realidad cada vez más tecnificada, y a un pensar cada vez
más técnico, enamorarse es todo un desafío.
Frente a vínculos humanos cada vez con menos tiempo, con menos espacio, que los adolescentes se permitan estar en el amor, aparece como un bálsamo. y los adolescentes siguen, a veces con temor, apostando.
Se entregan a magias, a misterios, a búsquedas, a caminos por inventar y recorrer. Buscan sus maneras, fantasean sus formas, eligen sus desembarcos y naufragios. Los sueños que despierta cada nuevo amor adolescente están cargados de la eternidad y brevedad de la vida.
Se vivirán de diferentes maneras: plenos, urgentes, impostergables. Comenzarán a sentir la urgencia de sus cuerpos, sus demandas, la explosiva
mezcla de sensaciones que los marcan. El amor es un misterio, que cuando se
experimenta, cuando ha sido verdadero, necesita repetirse. El amor experimentado necesita de otro venidero.
Quizás sea importante recordar las bellas palabras de esa intelectual francesa contemporánea, Simone Weil, que cuando quiere medir las formas en que el amor se entrega y se recibe dice: ‘La medida del amor es amar sin me_
dida».