Seguimos evaluando aquellos temas en los que las parejas separadas pueden ayudarnos a construir una mejor relación para nosotros. Uno de los más espinosos es, sin duda, el del trato y la convivencia con nuestras respectivas familias.
Resulta utópico suponer que a la unión sólo la conforman dos personas: en realidad, la componen también cada uno de los miembros más cercanos de cada uno, incluso hasta las ausencias de éstos (una madre que ya no está, un hermano ausente) también inciden en ella. Es decir, la relación que cada uno de ustedes mantenga con su familia afectará, para bien o para mal, la relación que tengan entre ustedes. Sin embargo, no es tan trágico como suena.
Lo mejor que pueden hacer es dejar muy claro la posición que cada uno quiera tomar frente a los problemas o las alegrías de su propia familia, y cómo le gustaría que el otro actuase en consecuencia: que se mantenga al margen, que se involucre, etcétera; y a partir de ahí, crear una especie de negociación entre lo que ambos desean. Por lo contrario, lo peor que puede hacerse es darle la espalda al asunto y hacer como que no existe. Eso puede conducirlos a una lamentable distancia que se hará más honda con el tiempo.
Otra recomendación: observen a la mayoría de las parejas alrededor de ustedes ¿les gusta lo que ven? Si no, intenten –de común acuerdo– hacer justo lo contrario de lo que ellos hacen. ¡No pierden nada con probar!