Durante mucho tiempo se nos ha explicado que el estrés se manifiesta con un instinto de lucha o huida. Pero se ha demostrado científicamente que las mujeres actúan ante el estrés de otra manera. Las mujeres de la prehistoria, que estaban en desventaja fisicamente, se defendían protegiéndose mutuamente, organizándose y estableciendo vínculos. Hoy siguen encontrando consuelo y fuerza en la unión. Las mujeres se ayudan cuando hablan de sus problemas, cuando se sienten cercanas.
Ellos prefieren huir
Por su parte, los hombres tratan de lidiar el estrés de maneras que, a juicio de las mujeres, parecen amenazar los vínculos sentimentales: con distracciones (trabajo, televisión, ordenador); búsqueda de estatus (trabajo, deportes); cierre emocional (si no siente nada, no se siente inadecuado); enfado (si ejerce poder y control, no siente la impotencia del fracaso), etc.
Ellas necesitan hablar
Lo que a las mujeres les cuesta más trabajo entender es que para el hom¬bre medio las relaciones no son una fuente de consuelo. Luchar o huir es el equivalente masculino de cuidar y hacer amistades en las mujeres. En estas circunstancias, el mensaje a las mujeres es contundente: el hombre de tu vida será más amo¬roso, compasivo y solidario si puedes entender y aceptar su vulnerabilidad a la vergüenza.