Algunos aniquiladores de la pasión

Lo hemos dicho en este espacio muchas veces: el atractivo que ejercemos sobre los demás no depende tanto de una apariencia física perfecta y sin falla, sino de una actitud frente a la vida y el propio cuerpo que sea agradable, sincera, auténtica. Pero ser demasiado agradables (es decir, intencionalmente, sobreactuando), demasiado sinceros o demasiado auténticos también puede resultar muy perjudicial si queremos mantener una idea de nosotros en los demás que resulte estimulante y deseable. Te damos algunos ejemplos de ello a continuación:

-Hablar y reírse demasiado: O demasiado fuerte. Las personas más agradables para compartir una velada suelen ser buenos escuchas, cosa que resultará difícil si hablas demasiado, y, sobre todo, si hablas demasiado de ti. Una risa franca es deliciosa, pero aquella que es un estruendo capaz de hacernos brincar del asiento, no lo es.

-La indiscreción: Pareciera que el mundo de los dimes y diretes puede ser muy divertido, o conducirnos directamente a las altas esferas de la popularidad social, pero la verdad es que, si bien puede ser un entretenimiento ligero y muchas veces inocuo, la indiscreción mina la confianza que nos tienen los demás, lo que nos resta atractivo tanto para el sexo opuesto como para el propio.

(Continúa…)

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