Supongamos que tú y tu pareja han decidido hacer un viaje idílico: días juntos en la playa o la montaña, o alguna ciudad que deseaban conocer, solos, sin el estrés del trabajo, familia o rutina cotidiana. Maravilloso, ¿cierto?
Sin embargo, antes de salir los problemas comienzan: “Te tardas mucho” “¿Por qué empacas tantas cosas?” “¿Sólo esa cantidad de dinero llevas?”… Al llegar y decidir qué hacer, aumenta la tensión: quizá a uno le aburra pasearse por las galerías de arte, mientras que el otro quiere leer un libro en el parque más famoso del lugar. Esos momentos que la imaginación de ambos concebía como perfectos se desmoronan, causando melancolía y desilusión, trances de los que, aunque parezca exagerado, muchas parejas no son capaces de salir. ¿Cómo evitarlo?
1. Como siempre, la comunicación es clave: Antes de salir, durante la planeación del viaje, pongan sobre la mesa los temas más espinosos, esto es, dinero, aquello que les disgusta, aquello que desean hacer aún si el otro no piensa compartirlo (irse de compras, por ejemplo).
2. Sean flexibles: Piensen que, si desean tener un futuro juntos, éste es un ensayo de aquellas cosas que deberán conciliar si se aman. No se cierren en sus propias opciones, y den al otro la oportunidad de ser feliz a través de las cosas pequeñas.
3. ¡Disfrútenlo!: No olviden que están en ese lugar para gozar, y, sobre todo, para disfrutar de la compañía del otro. No lo piensen más y prioricen los buenos momentos sobre cualquier discusión.