Muchas veces, tenemos conflictos en nuestra pareja sin que algo verdaderamente esté afectando la relación. Simplemente, alguno de los dos tuvo un mal día, hay demasiadas presiones en el trabajo o con la familia, o una insatisfacción subyacente que no se aquieta ni con caricias. ¿Cómo salir airosos de tan espinosa situación? Identifica en cuál de los extremos te encuentras y actúa en consecuencia.
Un poco de espacio: Si nuestra pareja tiene ánimo de pelea, lo mejor es retirarse con calma y dejar que el tiempo pase. Lo ideal es que quien esté calmado no juegue al ofendido, sino que simple y discretamente tome un paso atrás, sin mal humor ni reclamos. La ira es contagiosa: mientras uno se mantenga firme en la decisión de no pelear, es probable que el otro se calme.
Un poco de cercanía: Si lo que sucede es una ráfaga de tristeza o los síntomas de una depresión, no es aconsejable apartarnos. Al contrario, debemos darle la confianza necesaria para que nos cuente cuál es la raíz de ese sentimiento, proponerle actividades que le estimulen y lo aparten de los sentimientos negativos. No permitas que la tristeza te absorba a ti también. Encuentra momentos paralelos en los que puedas despejar un poco el ánimo y recobrar fuerzas para seguir apoyando a tu pareja, si lo necesita.