4 técnicas para lograr una agresividad constructiva (I)

La agresividad nos permite avanzar en la vida. Cierto grado sano de agresividad es necesario incluso para ponernos en pie cada mañana. En su origen etimológico, este término procede del latín gradus, que significa «paso», y más elaboradamente, de adgressus, «ir hacia alguien». Negar la agresividad sólo sirve para engordar su sombra y que ésta salte en el momento más inadecuado. ¿Qué podemos hacer para ser dueños de nuestros actos y no arrepentimos de su hermanastra, la violencia?

POTENCIAR EL LEÓN INTERIOR

La no-violencia es una cualidad de los fuertes, dijo Gandhi. Hay que ser muy dueño de uno mismo y tener fortaleza interior para no responder con ira o dramatismo a las agresiones externas. Ahimsa, palabra sánscrita que esconde la raíz previa simha, «león», es el principio que cultivó ese gran político pacificador, el principio de la no-violencia.

¿QUÉ HACER?

Cuando sientas aflorar tu ira con violencia, date un tiempo para detectar la debilidad que te hizo reaccionar así. Una vez observada, puedes restablecer la seguridad en ti, la fuerza de tu león interno y, desde esa fortaleza, renunciar a la ferocidad.

DESIDENTIFICARTE DEL PERSONAJE

Somos más que una idea o un personaje. Eckhart Tolle, en Practicando el poder del ahora, lo explica así: «Cuando dejas de identificarte con la mente, el hecho de tener razón o estar equivocado es indiferente para tu sentido de identidad; de modo que esa necesidad compulsiva, apremiante y profundamente inconsciente de tener razón, que es una forma de violencia, deja de estar presente».

¿QUÉ HACER?

Expresar lo que sientes o crees como lo que es: una idea. «Tu sentido de identidad deriva entonces de un lugar más profundo y verdadero dentro de ti; no de la mente», concluye Tolle.

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